martes, 3 de enero de 2012

KABALA
















EL OBJETIVO DE LA VIDA
Principios generales de la sabiduría de la Kabala. Cuando atravesamos nuestras barreras emocionales e intelectuales, arribamos al interrogante fundamental y más profundo que los seres humanos debemos cuestionarnos antes de emprender cualquier proyecto:
¿Cuál es el sentido de la vida?
El sentido lo determina nuestro objetivo. Es decir que el objetivo es lo que marca la dirección y razón de cualquier actividad. Por lo tanto, el interrogante sobre el sentido de la vida desemboca en la pregunta que todos deberíamos hacernos, y es : ¿Cuál es mi objetivo en la vida? Encontrar la verdad, la solución para los conflictos o justificar mi egoísmo y la comodidad momentánea. La Tora nos enfrenta constantemente a dichos interrogantes y nos ayuda a fijar los límites entre lo real y lo imaginario. En la Parashat Nitzavim, por ejemplo, se nos presenta la siguiente disyuntiva: "... la vida y la muerte la bendición y la maldición puse ante ti, elige la vida para que vivas tú y tu simiente..."
DVARIM / DEUTERONOMIO 30:19
Aparentemente hay una infinidad de posibilidades de elección y de objetivos. Sin embargo, la Tora nos indica que eso es ilusorio ya que finalmente desembocamos en las dos posibilidades antes mencionadas: la vida y la bendición o la muerte y la maldición. La Tora nos expresa elige la vida, como los padres que aman a sus hijos y les dicen elige una parte de mi propiedad señalándoles la mejor. En hebreo el vocablo vida/jaim es un plural sin singular, ya que la vida es infinita como lo es su raíz el Kádosh Baruj Hu. De acuerdo a ello, cuando la Tora nos aconseja elegir las vidas se refiere a la continuidad de una vida plena para nuestros hijos, nietos, las futuras generaciones, la sociedad y por ende el mundo.
El saber elegir y formularse la preguntas correctas es la base de todo sistema educativo, ya que quien no elige, eligen por él. La Tora le da al hombre los elementos para que el elija por si mismo y de esa forma haga uso de su libre albedrío. La bendición es el altruismo ya que conduce a la vida. La maldición, por el contrario, es el egoísmo y su fin: la disolución, la muerte espiritual; por lo tanto elige la vida.
En los primeros 6 días de la Creación el Kádosh Baruj Hu puso el bien: “ la luz era buena” ... Génesis 1:4... eso era bueno ... Génesis 1:10, 12... muy bueno ... Génesis 1:31 etc. pero en el séptimo, en Shabat, puso kedusha y braja:... y bendijo... y lo santifico... Génesis 2:3
No es suficiente el bien temporal de los primeros seis días de la Creación, sino que el objetivo es el Shabat, la kedusha y la braja. Por eso, lo que parece bien en un principio no siempre es suficiente. Es indispensable la kedusha y la braja. Solo así trascendemos la dependencia de los estados transitorios provocados por nuestra percepción subjetiva de la realidad. El Shabat nos enseña que hay un objetivo y un sentido en todo movimiento y actividad: la kedusha y la braja.
Elige la vida implica la elección de trascender la satisfacción momentánea de nuestros deseos sin tomar en cuenta la consecuencia posterior de nuestros actos. La kedusha nos eleva por encima de nuestra percepción limitada y egoísta de la realidad y la vida.
Las mitzvot contenidas en la Tora nos ayudan a actuar conscientemente logrando así posponer nuestros deseos momentáneos y muchas veces egoístas en pos del bien colectivo.
La Tora nos transmite la forma en que debemos actuar para llegar a la kedusha y la braja. El ideal de hombre que la Tora propone es el tzadik, es decir el justo. Justo es quien hace la acción justa en el momento justo.
La justicia
De acuerdo a la Tora, la justicia es : «lo mío es tuyo, y lo tuyo es tuyo» tal como lo expresara Rabi Akiva, el gran Sabio del Talmud y maestro de Rabi Shimon Bar Iojai autor del libro del Zohar. «Lo mío es tuyo» significa que lo que yo poseo como individuo, no es sino para ayudar a mi semejante.
Como el árbol que es valorado por el fruto que da, lo mismo ocurre con el hombre: es superior cuanto más da de sí a la sociedad. «Lo tuyo es tuyo» refuerza a «lo mío es tuyo», ya que cuando todos colaboramos con nuestro semejante y la comunidad sin esperar recompensa todos nos beneficiamos. Pero, para que esto se pueda llevar a cabo debemos transformar nuestro deseo de recibir egoísta en altruismo, ya que el egoísmo aumenta constantemente nuestra dependencia hacia el mundo material transformándolo en un fin en s mismo. En general, nuestro deseo es incentivado por el anhelo de poseer más, lo cual produce progreso material en determinado sector a costa de un desequilibrio social, un aumento del egoísmo y por ende la disolución de los valores espirituales, siendo el parámetro «lo que tengo» y no «lo que soy». Lo que el hombre tiene le fue otorgado por el Kádosh Baruj Hu y por dicha razón lo importante no es lo que tenemos, dado que eso no se encuentra bajo nuestro control, sino que el libre albedrío consiste en que hacemos con ello: deseo de recibir egoísta o altruismo.
El deseo de recibir no se puede anular ya que es la esencia del hombre, la energía básica que nos mueve. De acuerdo a la Tora debemos educar nuestro deseo y darle la forma correcta, es decir transformar el deseo egoísta en altruista: "No hagas al prójimo lo que no quieras que te hagan a ti", "Amaras al prójimo como a ti mismo".
La Kabala, sabiduría interior de Israel, nos transmite la forma de cómo realizar conscientemente las mitzvot y así darle la forma correcta a nuestros deseos, transformando nuestro egoísmo en altruismo.
El Kádosh Barij Hu es la Fuente Infinita de dar. Cuando el hombre actúa como EL, dando, se fusiona y asocia a EL. De esa forma nuestra realidad se expande y tomamos conciencia de nuestro semejante y de todos los ámbitos de la vida. Solo entonces el plano material deja de ser el objetivo final, transformándose, ahora si, en un medio para el verdadero logro: la plenitud del hombre, la fusión con el Kadosh Baruj Hu.
Cada una de las diferentes ciencias, artes y formas de conocimiento existentes se concentran en determinados aspectos de la realidad humana. Por ello debemos distinguir entre la Tora, conjunto de principios universales que guían al hombre a equilibrar la realidad espiritual, mental, emocional y concreta, de las diferentes sabidurías las cuales actúan en aspectos específicos de la realidad y la vida. Toda ideología cuyo objetivo consiste en neutralizar nuestra iniciativa y libre albedrío se encuentra en sentido inverso a la verdadera naturaleza del hombre. El equilibrio consiste en estabilizar dichas tendencias las cuales conforman las características esenciales del hombre en un todo armónico.
El altruismo
Lo verdaderamente Infinito que hay en el hombre, el altruismo, no se manifiesta automáticamente, sino que está latente en nuestro interior aguardando que creemos las condiciones para que se revele.
Esto es similar al talento con el cual nacemos. Cada niño viene al mundo con una potencialidad, lo que cada uno tiene para dar de si como la semilla que contiene en potencia a todo el árbol y los frutos que dicho árbol dará. Cuando la Tora es aplicada con altruismo logra educar al hombre a utilizar su potencialidad, su talento para el bien de la comunidad y el mundo. Cuando una cultura, una filosofía o una forma de vida genera una realidad parcial, es decir que ignora la individualidad, los valores espirituales y el libre albedrío, está destinada a fracasar ya que depende de parámetros temporales y espaciales que no responden a las verdaderas necesidades del hombre. La verdadera naturaleza del hombre y la única forma de concretizar justicia es el altruismo, lo Infinito, como lo es la raíz de todo lo creado: el Kadosh Baruj Hu.
La sabiduría de la Tora nos propone un sistema que no evade ni anula las necesidades existentes en el ser humano sino que las armoniza. El principio general y mitzva de la Tora, como ya fue expuesto anteriormente es, amar al prójimo como a ti mismo. Es decir que es deber de cada uno ayudar a su semejante a encontrar su lugar y rol para que tanto el individuo, y por extensión la comunidad y el mundo, logren liberarse de su dependencia del deseo egoísta de recibir el cual es la raíz de todo los males. Nuestra labor espiritual consiste en transformar el deseo de recibir, en deseo de recibir para dar altruismo. Y así como el cuerpo lucha ante una enfermedad, del mismo modo los hombres, células del gran cuerpo de la humanidad, debemos unirnos ante nuestro enemigo común, el egoísmo, la verdadera enfermedad espiritual de nuestro mundo.
La única forma viable de lograr dicho objetivo es la educación, dado que toda imposición es contraria a la espiritualidad. Pero no una educación simplemente intelectual e informativa, sino una educación integral y formativa.








EL ALMA















EL ALMA

Cuando la Torá relata la Creación del hombre, en el libro del Génesis, nos dice:

... hizo al hombre, formó al hombre y lo creó. Génesis, 1:26, 2:7, 1:27

También en el libro del Profeta Isaías encontramos el siguiente versículo:

"Todo lo llamado en Mi Nombre por Mí, los creé, los formé, también los hice". Isaías 43:7

¿Por qué la Torá emplea tres verbos cuando se refiere a la Creación del hombre?

Hizo, se refiere al mundo de la Acción y al nivel del alma está relacionado con los instintos.

Formó, nos indica el mundo de la Formación y se refiere al nivel del alma y que abarca el aspecto emocional.

Creó, designa el mundo de la Creación y está conectado con el nivel del alma denominado Neshamá, el pensamiento.

Estos tres niveles son tres aspectos básicos generales dentro de los cinco que abarcan la totalidad del alma.

Para entender cada uno de estos aspectos hay un ejemplo tradicional, el cual nos relata que el hombre es como un carruaje que se usaba antiguamente como medio de transporte.

En el ejemplo, la carroza simboliza el cuerpo del hombre que por sí solo no puede realizar ningún movimiento.

Los caballos que tiran de la carroza son los instintos, el Néfesh, que mueven la carroza físicamente en las diferentes direcciones.

El cochero simboliza la emoción, el Rúaj, quien indica: parar, hacia la derecha o hacia la izquierda, más rápido, más lento, etc.

Pero, cuando el carruaje se encuentra ante la posibilidad de tomar diferentes caminos, ¿quién decide?

La carroza por sí sola no puede moverse; los caballos esperan la orden del cochero; y el cochero, ¿a quién obedece?

... al pasajero, a quién no vemos pero es el que hace que todo se mueva y gire en torno a su voluntad, ya que él fue quien "contrató"

a la carroza con los caballos y al cochero para conducirlo hacia su "destino" .

La Neshamá, esencia interior del alma, está representada por el pasajero, y se reviste en el cuerpo a través de los instintos, emociones y pensamientos para llegar a su objetivo: la toma de conciencia de su naturaleza y su función en el mundo, para luego fusionarse conscientemente con la Luz Infinita.

A dicho objetivo se puede arribar a través de dos caminos:

1) Con conciencia, cuando los tres aspectos del alma (pensamiento, emoción y acción) están en armonía con las leyes que rigen la Creación, o 2) Con sufrimiento, cuando los caballos, el cochero y el pasajero están en desacuerdo.

De lo cual se deduce que si el hombre piensa de una forma y siente de otra, sus actos lo conducirán inevitablemente al sufrimiento.

Así como hay leyes que rigen los fenómenos físicos, como ser la ley de gravedad, etc., también hay leyes que rigen los planos instintivos, emocionales, mentales y espirituales.

La verdadera libertad surge cuando el hombre obra en concomitancia con esas leyes y no simplemente de acuerdo a su sentir momentáneo, instintivo y/o emocional.

Por eso el judaísmo, a través de la Torá y las mitzvót, es un estudio y un entrenamiento constante en adaptar las características humanas a las leyes superiores que rigen todos los planos de la Creación. La Torá nos transmite las leyes objetivas que rigen la vida y la Creación, y las mitzvót nos proporcionan los elementos prácticos, que cuando son bien aplicados, nos ayudan a dirigir nuestros deseos hacia el bien de nuestros semejantes y el nuestro propio, transformándonos de esa manera en "socios activos del programa de la Creación".